Ese patético odio
entre uribistas y petristas
La democracia en Colombia
no es un ejercicio cerebral sino de bilis, de pura candela en el estómago. Para
qué analizar una propuesta si fijándonos en quién la hizo sabemos lo que tenemos
que hacer: meternos corriendo al Facebook y descargar nuestra ira contra todo
aquel que no vote por el que yo voto. Y lo peor de todo es que esa ira ni siquiera nos la han despertado con
ideas o con planes de gobierno bien articulados. No. Lo han hecho usando estribillos,
recitando eslóganes y sermones incendiarios que nos ciegan y que nos ponen a actuar
como payasos de circo. Por obra y gracia de esas cuantas frases, aquí
seguiremos, deseando matar a nuestro vecino. Si seguro que hasta yo alguna
reprimenda me ganaré, seguro que alguien leerá estas líneas y se dirá con rabia:
¿Pero bueno y este quién carajo se cree para decirnos lo que debemos o no
debemos hacer? ¿Quién le habrá dicho que se puede meter en nuestras vidas e interferir
en nuestro soberano y democrático derecho de matarnos entre nosotros mismos?